A veces la suerte nos sonrĂe. Pero debemos estar preparados para recibirla.
La suerte es caprichosa y cuando llama a la puerta lo hace sin paciencia; debemos estar atentos al timbre y recibirla con una sonrisa.
La suerte pasa de puntillas y sin hacer ruido. Por eso debemos estar atentos siempre si esperamos su visita.
Ese es el motivo de que me soliviante cuando escucho decir que fulanito o fulanita han tenido mucha suerte.
¿Acaso sabes cuánto se esforzaron para lograr lo que tienen? ¿SerĂas tĂş capaz de renunciar a todo lo que renunciĂł esa persona para estar donde alcanzĂł?
La suerte existe. SĂ. Pero es muy pequeñita. Y sĂłlo funciona precedida de un trabajo enorme y estando siempre despierto.
¿Y por quĂ© te hablo de todo esto? Pues, como habrás imaginado, por la foto que te presento hoy.
La foto está hecha en la estaciĂłn de San Fernando, como es fácil de ver. Me dirigĂa a Cádiz a tratar de hacer un reportaje sobre los carnavales. No era un encargo; sencillamente un proyecto personal.
Decidà tomar el tren ante la imposibilidad de aparcar en Cádiz durante toda la semana de carnavales. La estación estaba abarrotada de gente disfrada en mi andén (sentido Cádiz capital).
Mientras esperaba mi tren, saqué la cámara para distraerme. Me puse a trastear con el fotómetro incorporado para sopesar la posibilidad de hacer una foto del tren llegando a la estación.
"Entonces apareciĂł ella"
Entonces apareciĂł ella.
ParecĂa completamente fuera de lugar. Iba en sentido contrario a todo el mundo. Y mientras de este lado de la vĂa casi todos iban con disfraces baratos y los mofletes pintados de rojo, ella vestĂa arreglada para una ocasiĂłn especial.
Sin pensarlo, casi sin darme cuenta de lo que estaba haciendo, me desplacĂ© con mi cámara hasta quedar situado de forma frontal a ella. BusquĂ© apoyo en una columna y encuadrĂ©. Mientras, ella habĂa tomado asiento; el andĂ©n de enfrente no estaba vacĂo,pero sĂ mucho más despejado que el nuestro.
Anunciaron que nuestro tren estaba a punto de salir. Lo que significaba que estaba a punto de entrar en la estación e interponerse entre mi cámara y ella.
Me apresuré a disparar y entonces ella se movió para abrir su bolso. El tren ya entraba por la estación. Sólo me quedaban seis o siete segundos para poder hacer la foto.
Entonces ella sacĂł pausadamente una barra de labios y un espejo y comenzĂł a retocarse.
Pulsé el disparador de mi cámara y el tren con su estruendo se interpuso como un muro entre nosotros.
SubĂ rápidamente al vagĂłn, entre empujones de los carnavaleros, protegiendo la cámara con mi cuerpo. ConseguĂ hacerme un hueco de pie apoyado en las puertas de la plataforma opuestas al lado por el que subĂ.
No sabĂa si habĂa conseguido la foto. Dudaba entre mirar por el visor o no mirar y mantener la esperanza de haberla conseguido.
Finalmente, y como no podĂa ser de otra manera, me acerquĂ© la cámara a la cara y pulsĂ© la tecla que me permitirĂa salir de dudas.
Y allĂ estaba. Me invadiĂł una profunda satisfacciĂłn. SabĂa que necesitarĂa trabajo de post producciĂłn. Pero la foto estaba.
Y volvemos entonces al tema de hoy. ¿Tuve suerte?; sĂ. Claro que tuve suerte. Pero la foto la conseguĂ porque llevaba la cámara encima, con la tarjeta de memoria preparada, y con los ajustes establecidos.
La suerte pasó por delante y llamó. Nos llamó a todos los que abarrotábamos el andén esa mañana. Pero yo le abrà y le agradecà su visita.
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La calle
diciembre 03, 2020
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