Descalzos

    Cuando era pequeño siempre me reñían si andaba descalzo. Luego crecí, tuve dos hijos maravillosos y enseguida empecé a reñirles por andar por ahí sin zapatos. 

    Los pies son nuestra principal conexión con el planeta; nuestro anclaje. También son los que nos recuerdan que no podemos volar.

    Los pies no sólo afectan a lo físico; van más allá de lo tangible. Por eso, cuando pensamos que alguien no está muy bien de la cabeza, decimos que no tiene los pies en el suelo. (Otra vez nos están diciendo que volar es cosa de locos).

    Vale. Pues, dejemos de momento, lo de volar y céntremonos en la tierra; no vaya a resultar de ésto algo sin pies ni cabeza.

    Y es que los pies cuentan mucho de la persona que está encima de ellos. Una persona con muchos zapatos diferentes será vanidosa, o simplemente presumida. Alguién que ponga la comodidad por encima de todo, irá siempre con los mismos zapatos hasta que se le destrocen. Y alguien que necesite marcar territorio, irá con zapatos de marca muy caros; simplemente para que se sepa que ha podido comprarlos.

    Durante siglos, sólo se calzaron los poderosos que pudieron pagarlo. Y aún hoy, si dejamos de lado nuestro egocentrismo occidental, por todo el mundo hay millones de personas que no pueden permitirse un solo par de zapatos. En el mundo la chancla sigue siendo la reina.

    Y ya hemos llegado a donde yo no quería llegar. ¿no os pasa como a mí con el sonido del chancleteo? Es capaz de anular mi mente. Vas por la calle pensando en tus cosas y de repente... cha-clap, cha-clap, cha-clap. Toda mi capacidad cerebral se centra en ese sonido cadencioso que por algún motivo, que no alcanzo a entender, me tomo como una ofensa personal. Ya no puedo hacer otra cosa que tratar de localizar a la criatura provocadora de semejante desatino. Entonces, dependiendo de la trayectoria, aflojo o acelero el paso para salir de su radio de acción o espero estoicamente a que se produzca el inevitable cruce (cuando el estruendo alcanza su máximo fragor). En este segundo caso suelo comprobar con frecuencia que  el chancletero (o chancletera) es del tipo de persona que piensa que su cuerpo termina en lo tobillos, que los pies los lava el ayuntamiento cuando riega ya si eso...

    Los pies son así: opresivos y liberadores al mismo tiempo. La misma tortura puede ser calzarse que andar sin zapatos según y donde. Caminar descalzo por la orilla de la playa, sobre todo en invierno, es una de las sensaciones más agradables que se pueden experimentar vestido. Sin embargo, y sin salir de la misma playa, cruzar la arena seca a más de cuarenta grados hasta la zona habilitada para enjuagarse los pies ya es otra cosa.

    En fin, creo que hoy me estoy liando. Así que pondré pies en polvorosa. Porque... ¿pies para qué os quiero?




    La foto la tomé durante una procesión de Semana Santa en San Fernando. Procesionar descalzo es considerado un acto de penitencia y constricción por diversos credos religiosos.


impersonales
noviembre 26, 2020
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